La imagen captura un instante suspendido en el tiempo, donde la luz y la sombra tejen un juego geométrico que envuelve al ciclista en un laberinto de formas. Los arcos de ladrillo, imponentes y rítmicos, crean un túnel donde la penumbra abraza al movimiento, convirtiéndolo en un susurro silencioso en la arquitectura.
El ciclista avanza con determinación, su silueta recortada contra la luminosidad que se filtra con precisión matemática. Su presencia es efímera, como un viajero que se desplaza entre dimensiones de luz y sombra, de lo visible y lo oculto. El camino de adoquines, bañado por destellos dorados y sumido en la penumbra en otros tramos, sugiere una coreografía involuntaria entre la materia y la ausencia.
Aquí, la fotografía se convierte en poesía visual: un diálogo entre la rigidez de la estructura y la suavidad del instante fugaz. La imagen nos susurra preguntas sin respuesta: ¿es el ciclista el protagonista, o es la luz quien narra la historia?
Fotografia por: Hans Fuenzalida Escrito por: Carlos Vivanco
El sol de la tarde se disuelve en un resplandor ámbar, proyectando sombras largas sobre el asfalto caliente. Un auto envejecido, de pintura azul desvaída y latas corroídas por el tiempo, se detiene frente a un muro gastado donde el letrero verde del "Mall Chino" resiste al deterioro con su brillo obstinado. La escena parece suspendida en un tiempo incierto, donde la nostalgia y el abandono coexisten en un equilibrio precario. La textura áspera del concreto, el óxido en las ruedas y la brisa que no alcanza a despegar el polvo del camino componen un retrato de la quietud de los márgenes, donde lo cotidiano se vuelve casi mítico.
Dentro del auto, una silueta apenas visible enmarca el rostro de un conductor que se pierde en pensamientos difusos, acaso reflejado en el cristal de una ventana que no sube del todo. El silencio pesa como un presagio en la tarde que se apaga, mientras el paisaje urbano se tiñe de una melancolía cinematográfica. En este rincón olvidado de la ciudad, donde el pasado aún susurra entre paredes descascaradas y autos que parecen fantasmas mecánicos de otras décadas, el tiempo no avanza, sino que se pliega sobre sí mismo, repitiendo un mismo instante de belleza áspera y marchita.
Fotografia por: Hans Fuenzalida Escrito por: Carlos Vivanco
La imagen captura un instante donde la realidad y su reflejo se entrelazan en un juego visual evocador. Un hombre camina frente a un mural vibrante que representa figuras de fuerza y disciplina, mientras su reflejo en el agua distorsiona su silueta y la de los grafitis que lo acompañan.
El amarillo intenso de la fachada contrasta con el verde deslavado de la estructura superior, sugiriendo una historia de resistencia y transformación. Las palabras “POWER GYM FITNESS” resuenan como un eco visual, reforzadas por la postura desafiante de los personajes pintados. Sin embargo, el reflejo en el agua suaviza su impacto, como si la realidad se volviera frágil y etérea en el mundo invertido.
El caminante, con su vestimenta deportiva y su paso decidido, se convierte en un puente entre estos dos universos. Su imagen refleja el equilibrio entre la cotidianidad y la estética urbana, en un espacio donde el arte callejero se fusiona con la vida diaria.
Esta fotografía es un poema visual: una meditación sobre el movimiento, la identidad y la dualidad de nuestra percepción. ¿Es la realidad lo que vemos, o su reflejo?
Fotografia por: Hans Fuenzalida Escrito por: Carlos Vivanco
El tiempo se aferra a los muros de la farmacia, donde el azul desvaído se mezcla con las cicatrices del abandono. Letras gastadas susurran un nombre que alguna vez fue próspero, ahora apenas un eco entre grietas y polvo.
Un perro de mirada atenta custodia la entrada, su pelaje enredado como las historias que han pasado por ese umbral. Desde el balcón, una figura se inclina sobre las páginas de un libro, ajena al murmullo de la calle, atrapada en un mundo que solo él conoce.
Las rejas protegen, pero también encierran; las sombras se alargan sobre el concreto agrietado, y la vida sigue, lenta y discreta, en este rincón donde la poesía se oculta en lo cotidiano.
Fotografia por: Hans Fuenzalida Escrito por: Carlos Vivanco
Un hombre camina con la serenidad de quien lleva consigo el peso de los años. Su sombrero blanco es un faro en la penumbra, un vestigio de luz entre las sombras alargadas que la tarde proyecta sobre la pared herida.
Los cables cuelgan como venas expuestas de una ciudad que envejece con él, enredados en un caos que contrasta con su andar pausado. La sombra de un poste divide el muro como un tajo de tinta, mientras la pintura descascarada murmura historias de un tiempo ido.
El borde del encuadre es una frontera entre lo tangible y lo etéreo. En esta escena, el instante es una metáfora de la memoria, donde la luz y la sombra se entrelazan para contar un relato sin palabras.
Fotografia por: Hans Fuenzalida Escrito por: Carlos Vivanco
La luz se cuela tímida entre la malla, un destello lejano en un mundo atrapado entre sombras y silencios. La figura al otro lado apenas es un susurro de presencia, una silueta espectral que se aferra a la barrera, como si intentara desdibujar la frontera entre el adentro y el afuera.
El verde apagado del tejido envuelve la escena en una quietud densa, un eco de pensamientos que no llegan a romperse, que flotan atrapados en el aire pesado.
¿Es un anhelo de libertad o un pacto con la oscuridad? Tal vez la sombra no busca escapar, sino fundirse con el ocaso, convertirse en parte del misterio que habita entre la luz y la reja.
Fotografia por: Hans Fuenzalida Escrito por: Carlos Vivanco